Mi horno, mi altar y mis fuegos internos

Mi horno, mi altar y mis fuegos internos

 

Confesiones de una joyera que cocina amuletos en luna llena.


Podría decir que empecé esta marca por amor al arte.
Pero sería mentira.
Empecé por cansancio.
Cansancio de las miradas que duelen, de las palabras que pesan, de las energías que entran sin permiso.

Y sí, cuando digo horno… hablo literal.
Porque todo lo que no sé cómo explicar, lo llevo ahí.
Y lo cocino. A 980 grados. Con luna llena. Y con intención.

Este horno no es solo un aparato técnico.
Es mi altar.
Mi lugar de transformación.
El espacio donde lo frágil se vuelve fuerte.
Donde lo invisible se vitrifica.
Donde cada pieza dice lo que yo ya no necesito decir.

Mientras otras personas escriben diarios, yo esmalto.
Mientras el mundo corre, yo enciendo el horno.
Y lo que ya no soy… lo dejo cocerse hasta que se vuelve cerámica pura.

Porque esto no va solo de joyería.
Va de fuego.
De alquimia emocional.
De convertir lo vivido en belleza.
Y la belleza… en protección.

Cada Ojo de Atenea es eso:
un escudo silencioso, consagrado al fuego y la luna.
Un testigo. Un ritual.
Una forma de decir: “ya no soy la que era, y esta es mi nueva forma.”

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